jueves, diciembre 27, 2007

Un post lleno de enlaces

Si alguno pensaba que mi afición a insertar anglicismos totalmente innecesarios y que de forma irremediable empobrecen y temporalizan en exceso los textos ya había alcanzado un nivel absurdo en el post inmediatamente inferior, deberían ver los mails que me marco en la cuenta del trabajo. Ah, bueno, a lo que iba. En estos días de ausencia ha habido novedades y descubrimientos en la blogofarra que merecen ser comentados.

Disculpen que sin ninguna cortesía presente como el primero de ellos a Squared_Future, un necesario fotolog que intenta prolongar, esperemos que con algo más de continuidad, el proyecto una vez iniciado por mi página de myspace, a estas alturas en avanzado estado de descomposición (aún me resisto a demolerla definitivamente por si algún día monto un grupo, o sirve de verdad para ligar, o algo). Se han hecho ya varias denuncias a ciertas prácticas socio-culturales propias de nuestro tiempo impulsadas por esta página, unas con más acierto que otras inevitablemente más populares, pero creo que ya era hora de abordar el tema desde un punto de vista exento por completo de ironía y centrado solo en la exploración teórica y plástica de la subversión del fenómeno. Es lo que intentaremos, pues quizá sea ahora el momento más adecuado, a ¿dos años? de que alcanzara su cénit en la web hispánica y cuando más en tela de juicio está su reputación por el borrado y cancelación de cuentas consideradas inadecuadas, la obligatoriedad del registro, etc. O sea, cuando ya se encuentra normalizado.

Elitevisión ha seguido con sus locos análisis y despieces del universo de ficción catódico, tal y como no estaba previsto por las mentes más racionales. Ahora, una vez terminado, es el mejor momento para disfrutar de su apabullante programación navideña: Navidad Elitevisiva, un especial en el que la auténtica elite hace un repaso enfermo y multirreferencial (cuenten las negritas) de los contenidos televisivos más característicos de las citadas fechas de amor e indigestión. Sí, están incluidos los respectivos especiales de los dos Karlos más conocidos de la nación española. Y no me miren así por hablar de esto ahora, si Vigalondo lo hizo de los Reprontos justo cuando acabó su primera temporada...

El artista Iván Sarnago ha remozado y dado un lavado de cara violeta a su antiguo blog, cuya dirección sigue siendo la misma pero ahora pasa a tener el conciliador nombre de No Me Creo Nada. No obstante, la mejor novedad relacionada con el burgalés es el pistoletazo de salida de su nuevo proyecto interneteril, "una sit-com en viñetas", Quiero una chica de Serie B. Tras el éxito de las tres temporadas de Pollo Letal (ahora mismo out), está claro que estamos a punto de contemplar una sucesión de grandes momentos cómicos, pese al marcado carácter autobiográfico de la propuesta (con un ojo en Harvey Pekar, otro en Larry David y los otros siete en la Jane Fonda de finales de los sesenta) muy propicios para la identificación, porque, qué coño, ¡a todos nos gustan las poppies!

Volvemos a Jane Fonda, con motivo de la decimoalgo reencarnación de MariPili (con cada nueva fase, más intrincada y jeroglífica: fíjense que raros son el template y la navegación por su nueva web Divinos D2) y su propio acercamiento (bi)personal a la crítica cinematográfica conceptual y, sobre todo, la lúcida reinterpretación de retratos con pretensión de realidad física y palpable a lo Queer As Folk desde una perspectiva de la noñez del estereotipo por medio de uno de sus representantes más conseguidos en cuanto a su primera lectura pocha y envés problemático y políticamente incorrecto (y aquí hablo solo de Grease, claro). Lo mejor, las apariciones estelares de Divine.

Seguiremos informando, y si algún día los de puto godard hacen algo que sea verdaderamente gracioso, pues también los linkaré, yo soy así.

miércoles, diciembre 26, 2007

Gotta Dance


Stanley Donen fue un director tan capaz de asumir la modernidad de los sixties y la estética pop en sus películas de manera tan impecable —Charade, 1963— como magnífica —Two for the road, 1967— y desastrosa —Funny Face, 1957—, según el parcial e incompleto acercamiento que he tenido a su amplia obra. Pero lo que de verdad me llamó la atención en la n-ésima revisión famideña/naviliar de esa gran obra maestra que es Singin' in the rain fueron sus detalles out-of-the-canon que en ocasiones anteriores se me habían pasado, inexplicablemente, por alto (seguramente demasiado atento a las magníficas coreografías de Kelly y Donen y las milimétricas réplicas con cara de socarrona impasibilidad de Donald O'Connor). Hay un momento, ya cerca del final de la película y una vez urdida toda la estratagema para sacar adelante la producción de The Dancing Cavalier, donde el star Don Lockwood interpretado por Gene Kelly describe a su productor el último número musical que se debe rodar e incluir en el re-montaje final de la película. En vez de sus palabras nosotros escuchamos y vemos la representación de dicho número en la mente, imaginación y, suponemos, locuacidad de Don.

Dicha secuencia de unos 12 minutos de duración [que pueden recordar aquí primero y aquí después] no solamente es un prodigio de música, decorados, bailarines y escenificación, sino que se despunta de las demás secuencias puramente musicales de la cinta por un motivo fundamental: su extrema y absoluta inutilidad narrativa dentro de la película. Como verán se trata de una pequeña fábula o cuento moral no exento de ironía, mezcolanza entre la futilidad del éxito en el mundo del espectáculo, lo importante que es disponer de un buen colchón económico para dar rienda suelta al amour-fou y la imposibilidad de comunicación entre las personas, o ninguna de las anteriores. Toda esta secuencia onírica, en algunos momentos de clara inspiración Dali-plus-Tanguy-ana supone una ruptura con el relato principal (aunque se tiene a bien insertarla de la forma más simple posible: es la imaginación del protagonista) tanto en términos narrativos como de ritmo. De hecho, se podría decir que rompe y da al traste con todo el ritmo anterior de la película, que avanza implacable sin titubear en ningún momento en el desarrollo de la acción: acuérdense con qué ligereza elíptica el cine sonoro pasa de jocoso divertimento de reuniones de la alta sociedad a ser requisito básico de la industria cinematográfica o cómo el problema de la viabilidad comercial de la The Dueling Cavalier original es resuelto en una simple noche de inspiración (por no hablar del atropellado happy-ending final). En esta sucesión de bailes y números coreográficos, si bien las elipsis son tan bestias como todo cuento de progresión moral necesita, se palpa otro tempo muy diferente y más reposado, aunque sea porque lo que nos cuenta no tiene nada que ver con lo que se nos ha contado antes y se nos contará después.

Estamos pues en el delicioso terreno de la digresión, tan no-sutilmente introducido en uno de esos productos culturales tan canónicos e inamovibles de cualquier top-5 de su campo de actuación (los temibles hard-classics, beware!) que llega hasta a emocionar que se siga manteniendo esta maravilla en ese polvoriento y peligroso cajón de películascomolasdeantesqueyanosehacen tan ferozmente guardado por Cerberos y Carontes de todo pelaje y condición.